domingo, 15 de abril de 2012

HERMANOS DE LOS HOMBRES (4)

 CAPITULO CUARTO
Gota de lluvia; segunda mujer del líder de los hombres

Noté humedad y frío en la cara, y por eso desperté la primera, la increíble mañana de la gran cacería.
Nada mas abrir los ojos le vi allí delante mio, era un cachorro de jabalí, que me había estado lamiendo la cara nada mas salir la primera luz del sol, como si de un indicador de algo fuera, que por cierto lo fue, pues sobresaltada di un grito de espanto y a la vez de victoria, pues aquel regalo en forma de cría de jabalí nos iba a solucionar el problema del desayuno de la mañana.

Todos se levantaron al momento y sin mediar palabra alguna todos empuñaban palos y piedras, dispuestos para la defensa, defensa que se convirtió en ataque, pues el cachorro salió corriendo espantado por el peligro que se avecinaba.
Aun con las cortezas de árbol sobre la ropa que nos habían servido para calentarnos durante la fría noche, todos, a excepción de Olor a jazmín y sus hermanas, salimos en busca del jugoso manjar que nos iba a alimentar aquella dichosa mañana, hasta Piedra rápida con la pierna herida vino detrás nuestro, apoyado en unas ramas que le habíamos cortado para que pudiera empezar a moverse.

El pequeño jabalí corría mas de lo que pensábamos, y en un recodo del camino creímos haberlo perdido, pero nosotros seguimos con la esperanza, que en breve se convirtió en euforia colectiva al ver lo que vimos minutos mas tarde; decenas de animales de todas las especies estaban pastando como si nada en un claro que se abría al final del camino, justo donde Tuk nos dijo que pusiéramos las trampas.
Nuestra primera reacción fue pararnos en seco para observar lo que nuestros ojos veían y no daban crédito.
No solo estaba el pequeño jabalí y toda su familia, sino que también habían con ellos ciervos, conejos, cabras, caballos, unas cuantas ovejas y hasta incluso dos bueyes que parecían mirarnos como si fuéramos inofensivos.

En el mismo instante en que Tuk cayó de rodillas al suelo todos los demás nos volvimos locos y empezamos a correr hacia los animales con los palos que llevábamos y las piedras dispuestos a matar al mayor numero de ejemplares posibles.
Hasta después de la matanza no nos dimos cuenta de un detalle, y es que los animales no hicieron nada para defenderse, ni siquiera salir huyendo, era como si estuvieran allí hipnotizados, dispuestos a sacrificar su vida para darnos su carne y sus pieles.
Fue Tuk quien empezó a gritar para que paráramos de matar indiscriminadamente, pues nosotros estábamos como poseídos cortando cuellos y apaleando a los indefensos animales.
Habíamos matado mas de lo que necesitabamos y si no hubiera sido por el aun hubiéramos seguido matando hasta que nos hubieran fallado las fuerzas.
Manchados de sangre vimos el horrible espectáculo de la matanza, pero enseguida Caraquemada nos puso a trabajar.
Lo primero agrupar a los animales muertos, mientras Tuk ya estaba por la labor de cocinar a un macho de jabalí inmenso, y después de comer empezamos a despellejar a los animales para conseguir sus pieles, pues era prioritario tener pieles limpias para poder seguir nuestro camino y no pasar frío.

Se nos hizo de noche en seguida, pues aunque estábamos exhaustos no podíamos perder tiempo y teníamos que acabar de arreglar las pieles para que se secaran lo antes posible y para disgusto nuestro intentar ahumar toda la carne posible, cosa a primera vista imposible, pues eran tantos los animales abatidos que seria imposible transportarlos con nosotros si nos poníamos en camino.
Hicimos turnos toda la noche delante de la gran hoguera que hicimos para ir ahumando la carne e ir secando las pieles, pero el trabajo era inmenso y al despertar el alba del dia siguiente solo habíamos conseguido ahumar la mitad de los animales y las pieles grandes que nos harían falta a todo el grupo.
Seguimos trabajando durante el resto del dia siguiente pero la presencia de los pajaros carroñeros nos avisaba que tendríamos que salir del claro donde nos encontrábamos antes de lo esperado.

Al amanecer del segundo dia las pieles estaban casi listas y la carne la habíamos almacenado bien cortadas en fardos que nos hicimos de hojas del bosque para su transporte.
A mi me llaman Gota de lluvia, y sencillamente es porque intuyo cuando va a llover, nada mas, y la tarde del segundo dia vi claro que empezaría a llover en cualquier momento.
Nos apresuramos para la partida en busca de algún refugio, pues ya no nos preocupaba el hedor que desprendían los animales muertos y la presencia de pajaros carroñeros, sabíamos que en cuanto cayeran las primeras gotas, el hedor a carne muerta no seria problema para nosotros y no teníamos que preocuparnos por si aparecían animales depredadores.
Pero había que refugiarse de la lluvia, todos sabíamos que podíamos enfermar y podíamos perder todas las provisiones de carne que tanto esfuerzo nos habían costado obtener.

Empezó a llover al caer la noche, por suerte Veloz había venido minutos antes de la oscuridad total diciendonos que podíamos bajar la montaña en la que estábamos, pues había buscado un sitio al amparo de los arboles tupidos cerca de la ladera, donde podríamos refugiarnos, al menos durante la noche.
Salieron los hombres con los fardos y las pieles los primeros, para que no se mojaran y luego las mujeres, los niños y Piedra rápida, con sus muletas y una bolsa llena de piedras para protegernos.